Derrota y asesinato: La Hoguera Bárbara
Desde mediados de 1911, en Quito y en todo el país, se
fue afianzando y extendiendo, un clima anti-alfarista que culminó el 11 de
agosto con un golpe de estado militar, que obligó a Eloy Alfaro a dimitir de la
presidencia, a refugiarse en la Legación de Chile y posteriormente exiliarse a
Panamá. Según estima Cristóbal Gangotena, un testigo presencial de los hechos
que dejó una crónica, la vida de Alfaro ya corrió peligro durante su
derrocamiento, siendo salvado por los cónsules de Brasil y Chile. Este último,
de apellido Eastman, fue el responsable de un acuerdo que permitió que Alfaro
salga ileso, pero comprometiéndose a salir del país por lo menos un año. Desde
entonces, el Viejo luchador, perdería todo el apoyo en el Congreso, en donde la
"mayoría constitucionalista" lanzaba furibundos ataque contra él,
llegándose a plantear incluso la colocación de una placa difamatoria contra el
Alfarismo en el Palacio de Carondelet y a pedir su extradición, para juzgarlo,
mientras los hombres del antiguo régimen eran apresados y sufrían las
consecuencias de la ira de un populacho que enfurecido linchó al Coronel
Quiroga. En este clima, Víctor Emilio Estrada, asumió el poder, pero sus
problemas del corazón lo llevaron a la tumba después de tres meses. El Congreso
en donde los placistas y conservadores dominaban, eligieron al presidente del
Congreso Carlos Freile Zaldumbide para que se encarge del Gobierno, lo que fue
rechazado por los alfaristas de Esmeraldas que eligieron a Flavio Alfaro como
Jefe Supremo, a la vez que el general Pedro J. Montero, fiel seguidor de Alfaro
y Jefe Militar de Guayaquil, se proclamó por su parte, como Jefe Supremo del
Guayas. El general Leonidas Plaza Gutiérrez en nombre del Gobierno, como jefe
del Ejército, se dirigió a Guayaquil, para combatir el levantamiento de
Montero, que había recibido el apoyo de Flavio Alfaro y del propio Eloy Alfaro,
quien regresó de Panamá, ante el pedido de Montero para actuar como mediador y
pacificador. Alfaro regresó, para servir de mediador entre los suyos y el
Gobierno y evitar mayores problemas para el radicalismo y aún la mismísima
desaparición del partido.
Las fuerzas liberales fueron derrotadas en sucesivas
batallas en Huigra, Naranjito y Yaguachi, donde mueren cerca de 1.000 hombres,
en una corta guerra civil. Montero se vio obligado a llegar a un acuerdo de
capitulación en el que se pedían garantías para Alfaro y sus compañeros. Ante
la eminente derrota del liberalismo, el Viejo luchador firma la rendición, que
fue mediada por los cónsules de Estados Unidos y Gran Bretaña en Guayaquil.
Contemplaba la rendición de las fuerzas liberales, amnistía a Montero y los
partícipes del 28 de diciembre, y el exilio voluntario de don Eloy, en un vapor
asignado por el Gobierno. No habría represalias.
Pero la Capitulación no fue respetada, se argumento que
Alfaro tampoco había respetado su compromiso anterior de 1911, y el General
Leonidas Plaza, Jefe de las fuerzas gobiernistas, ordena la detención de Eloy y
Flavio Alfaro, Pedro J. Montero y Ulpiano Páez; además, se aprehendió a
personas que nada tuviero que ver con los hechos anteriores, sino por el simple
hecho de ser liberales, como Medardo Alfaro, el periodista Luciano
Coral,director del periódico liberal El Tiempo y Manuel Serrano Renda.
El General Montero fue juzgado por traición en Guayaquil,
bajo el pretexto de estar sujeto a la jurisdicción militar, en donde al final
de la sentencia que lo condena a 16 años de prisión, un soldado le disparó en
la frente y lo arrojó a la calle desde una ventana. Como en un anticipo macabro
de lo que vendrá, el pueblo arrastró el cadáver por las calles de Guayaquil y
lo quemó en forma bestial en una plaza.
"El
cadáver, entonces, fue abandonado en las calles, descuartizado y por fin
quemado en una plaza"
El Presidente Freile ordena que los otros prisioneros
sean llevados a Quito. Plaza, aparece como contrario a esta disposición, pero
el historiador Roberto Andrade lo acusa de haber manipulado la decisión y
planeado el asesinato de los jefes del radicalismo, que finalmente ocurrió en
la capital el 28 de enero de 1912 en el Penal García Moreno. Como una ironía
histórica, el general Alfaro fue llevado a Quito en el mismo tren que él
construyó.
Controvertida es aún hoy, la cuestión relativa a los
responsables materiales e intelectuales, del asesinato de Alfaro y varios de
sus tenientes.
La historia oficial atribuye tal vergüenza a la plebe. El
historiador Roberto Andrade, contemporáneo de Alfaro, acusa a Leonidas Plaza;
otros investigadores lo liberan. Nadie niega que fuera un crimen político y
horrendo, instigado por móviles protervos, que aún hoy llenan a la República de
estupor.
fuente: www.wikipedia.org
fuente: www.wikipedia.org
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